10 de gen. 2013

Me gustaria ser fuerte y poder con todo sin que me afecte.


Te voy a explicar un cuento:



En un bosque, no muy lejano, había un gran roble, con enormes y gordas ramas y muchas hojas. Estaba muy orgulloso de cómo era, de su fuerza, de su rigidez, y se alegraba de lo afortunado que había sido al nacer un árbol tan grande. Dejaba que se le pusieran encima los pájaros para que hicieran nidos y le cantaran al oído, también daba cobijo a los animales cuando llovía o hacia frío. ¿Qué recibía a cambio? Todos le admiraban, le decían “que valía mucho”, que “era muy fuerte”, “Que gracias a él se sentían más seguros”… Le encantaba estar rodeado de tantos animales que le hacían compañía.



Un día se fijó en un Bambú que estaba cerca, pero solo. Y le preguntó: -¿oye, no estás triste por estar sólo?-. A lo que el Bambú le contestó: -¡no me siento solo. ¡Estoy conmigo! veo pasar los animales, observo a las flores… Bailo cuando me toca el viento. Y a veces me hace cosquillas.



El Roble pone cara de sorpresa, y le comenta de forma despectiva –“¿el viento te hace mover?. Eres muy poca cosa y muy débil!”. Nadie va a querer refugiarse en ti, ni los pájaros van a querer hacer su nido en tus ramas.



Le dejó de hablar y pensó que él a diferencia era fuerte, rígido y sólido.


Las noches de otoñó se acabaron y llegó un invierno muy frío. Una de esas noches, empezó a nevar con fuerza y unas horas después el viento suave se trasformó en tornado. Nevó y hubo un viento que sopló con mucha violencia durante toda la noche, moviendo, y llevándose a su camino muchas cosas.



El roble fuerte y rígido aguantaba con fuerza la nieve encima suyo hasta que la cantidad de copos blancos llegaron a pesar demasiado y sus ramas con un fuerte crujido se partieron.



Por la mañana, todo estaba cubierto de nieve cuando el vendaval había perdido toda su fuerza y volvía a ser una brisa. El roble se encontraba tumbado, arrancado de sus raíces y con muchas de sus ramas quebradas. Se sentía totalmente desubicado y adolorido. Y en esa situación de dolor observó que el Bambú seguía de pié y estaba bailando con el viento que en ese momento se movía.



Sorprendido le preguntó –“¿Cómo has conseguido mantenerte en pie ante este vendaval?”-



-“!Muy fácil¡ Con la nieve cada vez que me caían copos, como sabia que no tenía fuerza para sujetarla, no hacia el esfuerzo de aguatarla, sino que la dejaba resbalar. Y mi flexibilidad y la práctica de moverme me ayudaron a bailar al ritmo del viento. Al contrario que tú, que al principio con la nieve has querido aguantar el peso, pensando que podías , que eras fuerte y al final con tanta carga se quebraron tus ramas. Y luego con el viento seguías rígido e inamovible y al final te arrancó del suelo. Lastima que al final la lección la has tenido que aprender con el dolor".



(Cuento adaptado del libro "¿Y si no fuera un cuento?". de Esteban Serra.)









Y yo te planteo: ¿para qué querer demostrar que eres fuerte?, ¿Que puedes con todo? ¿Qué no necesitas ayuda? ¿Qué perderás si dejas de mostrarte fuerte?



Y por otro lado, ¿Te es útil mostrarte rígido?, ¿Inflexible?