29 d’abr. 2016

cuento de la Culpa y la Responsabilidad

Me ha llegado este cuento y queria compartirlo contigo.
Si te sientes responsable puedes hacer cosas para sentirte mejor


La Culpa y la Responsabilidad

La culpa y la responsabilidad caminaban con mucha prisa por la calle y al llegar a una esquina chocaron fuertemente sus cabezas, tal fue el golpe que luego del encontronazo permanecieron mirándose fijamente, observando el morado chichón que brotaba de ambas frentes.
La responsabilidad pidió las disculpas correspondientes y le ofreció a la culpa ir en búsqueda de hielo para ayudar a bajar la hinchazón, pero ésta estaba tan perdida entre emociones y pensamientos negativos, que no escuchó la sugerencia y sólo se ocupó de acusar a la responsabilidad por lo sucedido..

—Es cierto que venía con demasiada prisa –dijo la responsabilidad-, por eso te he ofrecido mis disculpas, y creo que con el hielo podré repararlo, y si no dime qué puedo hacer para ayudarte.
Pero a pesar del ofrecimiento, la culpa, exhibiendo las caras de culpador y culpado, no las aceptó y ni tampoco se sintió responsable, y como estaba formada por sentimientos de culpa, a medida que iba creciendo la amenaza del castigo, empezó a deprimirse y a paralizarse.

Ni bien la responsabilidad volvió con el hielo, y pese a que la culpa terminó colocándose el hielo sobre su frente, no cesó de acusarla, aunque también lo hizo con la acera, con el clima, con la poca visibilidad y, finalmente, con ella misma.

—He sido una torpe que no me he dado cuenta de todos los obstáculos que hicieron que me golpeara. 
–pensaba en voz alta-, y sin mediar un segundo le preguntó enfurecida a la responsabilidad:






—¿¡Cómo es que no te sientes mal con lo sucedido y consigues fuerzas para intentar reponer lo que ya no tiene ninguna posibilidad de reparo!?


—-Hacerme responsable sólo me hace sentir mal hacia mi conducta, pero me siento satisfecho porque pude aceptar que cometí un error y entonces puedo remediarlo –respondió entusiasmada la responsabilidad.

—-¿Pero no sientes acaso que deberías ser castigada por tu torpeza? ¿No tienes principios éticos y morales que te hayan enseñado a que si te equivocas eres una inservible?

—-Si lo hago no solo que me autoflagelo y evito hacerme cargo de mis actos, si no que además al calificarme negativamente le abro la puerta a los oportunistas, los que aprovecharían mis sentimientos de culpa para manipulabarme a su antojo. Como soy responsabilidad, me dispongo a hacer todo lo que está a mi alcance para poder resolver a pesar de cualquier crítica.

—-¡No estoy de acuerdo!, -dijo la culpa con cara de culpa y sentimiento de culpa- la única manera de remediar es encontrar a los culpables para darles su merecido por ser tan tontos.

—-Quizás te hicieron creer que cometer errores es cosa de tontos, de seres poco confiables y mediocres y nunca has podido confiar en tus capacidades, y al asumirte como tal has creído que la única manera de poder reparar lo que has hecho es mediante el castigo, aunque éste no te ayude a resolver nada.

Un extraño sentimiento invadió a la culpa. Por un lado se sintió culpable por haber lastimado a la responsabilidad, y por otra parte sintió deseos de ser como ella, pero enseguida recordó que para ser culpa, no debía ser responsable.
—-Muy lindas tus palabras, pero ¿sabes qué?, si no siento culpa por lo sucedido me siento culpable por no sentirla, entonces deja de querer convencerme y te pido por favor que sigas tu camino, y que “la próxima vez cruces la esquina con más cuidado”.
Al poco tiempo, y gracias al hielo que había ayudado a desinflamar, ambas cabezas estaban casi sanadas. La responsabilidad se retiró satisfecha por su accionar y agradecida por el nuevo aprendizaje que e
scuchó por parte de la culpa: “La próxima vez que cruce la esquina lo iría a hacer con mayor cuidado”. En cambio la culpa no cesaba de mirarse al espejo la pequeña marca sobre su frente, y a medida que su tristeza crecía, su autoestima más disminuía, pensando que si no hubiera sido por la responsabilidad no tendría ninguna huella en su cabeza. Al final, juntó coraje, tomó aire profundamente y concluyó:
—-¿Y a ésta quién le pidió consejos? Si después de todo yo no tengo que dejar de ser la culpa, porque si me comporto como la responsabilidad, ¡perdería mi identidad y me la pasaría golpeando cabezas ajenas en todas las esquinas!

Carlos Mascherpa