12 de juny 2013

las etiquetas sólo para la ropa. La importancia del verbo SER para tu propio SER

Hay frases que si al decirlas las “escucháramos” quizá diríamos otras cosas.



Eres inútil
Soy impotente
eres anorgasmica
Soy patoso
Eres un desordenado
Eres malo






¿Sigo?  No es necesario. Esta lista podría ser interminable

Lanzamos etiquetas  con la misma facilidad que escribimos la lista de la compra. Sin ser consciente que tanto nosotros como el   oyente se puede creer esta frase y darla como valida. Esto provocará que la persona se lo crea, no haga nada diferente.
Hace mucho tiempo que me di cuenta del poder de la palabra.
Los padres en muchas ocasiones utilizan estas “mortales expresiones”. ¿el motivo?
Quizá hay varios; por un lado para intentar conseguir que su hijo reaccione. “Eres un desordenado. Arregla tu habitación”. A veces cuando están enfadados, o frustrados “eres tonto”.  Otras veces puede ser para alagar una acción, o actitud  del hijo “es muy inteligente”; “es fuerte”; para economizar en el lenguaje, en vez de decir “hoy estás tardando más en hacer los ejercicios, se dice “eres un vago”; Nuestros ojos ven conductas (por ejemplo un niño chillando, o pegando….) y en vez de describir lo que vemos, o cómo nos sentimos ante esto (que sería lo ideal) le  atribuimos una motivación, o un juicio “eres un chillón, eres agresivo, eres malo”….

Ahora no se me ocurren más motivos, pero en todos pasa exactamente la misma consecuencia. Si tenemos en cuenta que los niños son LITERALES, se creen esta desafortunada afirmación y lo convierten en su identificación. Y su esencia especial, única queda cubierta con capas.



En diferentes ocasiones he escuchado a unos padres (madre y padre) decirle a su hija “eres tonta” cuando no hacía caso o cuando no le salía algo que había hecho como a los padres les hubiera gustado. Al preguntarles por esta frase me han dicho que “es simplemente una expresión, no tiene importancia. Es simplemente una forma de llamarle la atención”. Y yo les planteo la cuestión de si esa expresión se la creen o si su hija tiene un retraso, rápidamente niegan que sea cierto este comentario. Pero lo preocupante de la situación es que al observar en más de una ocasión a la niña, le he oído decirse “esto no me sale
porque soy tonta” o “como soy tonta….”



¿Cuántas etiquetas, motes, expresiones o comparaciones nos han dicho de pequeño que se han convertido en losas que hemos ido arrastrando de
mayores?. Incluso a veces “etiquetas positivas” también tienen su precio. He escuchado en terapia que una mujer decía que de pequeña recuerda que sus padres le decían que era fuerte, y la comparaban con su hermana que era más sensible. Esta etiqueta se le convirtió en una carga y en una dificultad para expresar emociones en público. 

O etiquetas del tipo “es muy buena”; “es inteligente”, “es generoso”; …. Si lo conviertes en una forma de ser, puede provocar que la persona no se de el permiso a romper con esto, por ejemplo ; no darse permiso a cuestionar a otras personas, o intentar siempre hacer las cosas bien sin permitirse equivocarse, o permitirse decir NO.

Otro ejemplo sobre esto, que escuché hace unos días provenía de una mujer de treinta y tantos años (la llamaremos Sandra) que decía “mis padres me han infravalorado siempre”, cuando le pregunté cómo había llegado a esa conclusión me comentó que cuando era pequeña había escuchado una conversación de sus progenitores que decían “Marta (refiriéndose a su hermana) conseguirá todo lo que se propone porque es muy insistente, a Sandra le costará”. Ella con esta frase sacada de un contexto se hizo la interpretación que no la valoraban. Lo “chocante” de esto es que cuando hablé con    la hermana  sobre lo anterior, me comentó sorprendida que ella siempre había escuchado a sus padres que su hermana era muy inteligente y que no tenía problemas por sacar buenas notas, en oposición de lo que pensaban de Marta que se esforzaba pero las notas eran siempre justas”. Es decir cada hija se llevó la peor lectura de una frase. 

Quiero hacer una reflexión sobre esto, y es que  una familia es como una obra de teatro, a  cada personaje se le asigna un papel. No se pueden repetir. Si a un hijo se le atribuye el papel de inteligente, ese ya está ocupado, a los otros hijos les tocará otros, como es espabilado, rebelde…
Al tener la etiqueta, todo va alrededor de esto. Y no vemos todas las veces que la persona hace otras cosas diferentes, sólo nos damos cuenta cuando nos confirma nuestra “limitada visión” Seguro que todos los hijos resuelven problemas, se espabilan ante ciertas dificultades, en algún momento tienen miedo, en algún momento no hacen caso, en alguna ocasión no resuelven bien un problema, en algún momento….


Decir una frase o expresión desafortunada puede marcar la percepción de tu hijo o de otras personas. Me surgen diferentes preguntas al respecto: ¿por qué necesitamos comparar a los hijos?, ¿por qué necesitamos utilizar la palabra “es” que limita, en vez de la palabra “está” que da posibilidad de cambio?, ¿Cuántas cosas pensamos de nosotros, que las damos como totalmente ciertas, y son percepciones de un momento determinado o “sesgadas” de nuestros padres?




No puedes cambiar tu pasado, lo que dijeron de ti. Pero sí que puedes aprender a mejorar tu relación contigo, tu dialogo interior. Empezar a tener frases más amorosas. Por ejemplo;

Si te  dices “soy tonto”, puedes cambiarlo por “esto ahora no me sale”, tengo mucho que aprender , pero lo voy a intentar”

Soy “impotente” por “hoy mi pene no se ha levantado como quería, pero puedo hacer muchas otras cosas para seguir jugando y pasármelo bien”

 Cuando cambias tu forma de hablarte, cambias tu realidad


Me surge una frase para acabar esta reflexión “cuidado con lo que dices porque se lo pueden creer”



En Radio SANT FELIU (105.3 FM), ( www.santfeliu.cat/radio ) colaboré , en el programa el MIRALL que se emitió el 12 de Junio de 2013 sobre esta temática.

Si quieres escuchar la entrevista:
(esta emisión es en catalán):