Hablando con una mujer me comentaba que ha realizado el camino de Santiago. Se había planteado DISFRUTAR y VIVIR AL MÁXIMO esta experiencia, por lo que tomó decisiones muy en coherencia con esta elección.
Contrató un servicio de mensajeria para que le llevaran la mochila de un punto a otro, y quiso dormir en hoteles en vez de albergues y comer en restaurantes.
-“¡Así no se hace el camino!-
-“¡Así no vale!”-
-“¡No estás viviendo el camino como toca!”
-“¡Estás haciendo trampa!”
Ella en todas las ocasiones, me explicaba, que reaccionaba de la misma forma; les miraba a los ojos y de forma tranquila les contestaba:
“¡Yo quiero disfrutar de la experiencia. También hago los kilómetros y vivo los detalles del camino. ¿Mis pasos tienen menos valor?, ¿el dolor de mis pies, y el cansancio no es real? Habrá momentos que no podré evitar sentir dolor, pero intentaré hacer lo posible para no sufrir. El sufrimiento no me hace mejor persona.
¡El camino de Santiago es tu propio camino!. Tú decides como vivirlo”.
Creo que no hacen falta comentarios a su respuesta.
Esta mujer ya está de alta de terapia.
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