Como comenté en una entrada anterior, encuentro muy útil explicar historias o cuentos en terapia. Es una forma muy visual y clara de explicar algunos aspectos que con las palabras son más difíciles, y quizá encuentran menos resistencia que la información explicita. También tiene la facilidad de penetrarnos por el hemisferio derecho, el de las emociones, sin pasar por el razonamiento o el jucio.
Quiero explicar una historia que utilizo en algunas ocasiones cuando trabajo con madres cuidadoras, (y digo madres porque es lo que más me he encontrado). Que tienen mucho miedo a que sus hijos sufran, o que sus pequeños se encuentren con decepciones, para evitar esto sobreprotegen a sus retoños.
Aquí va el cuento que les explico en estas situaciones (que no me he inventado yo):
Había una vez (se que es un formato bastante tradicional) un hombre que estaba paseando por el bosque, encontró algo que le llamó la atención y paró su paso. Encontró enganchado cuidadosamente a un árbol un capullo de oruga, pero lo que más le sorprendió fue que la futura mariposa estaba empezando a romper su caparazón. –!qué gran oportunidad. Voy a ver cómo sale una mariposa de su huevo!- pensó. Y se sentó en el suelo, junto a su objeto de estudio. Cuando habían pasado 60 minutos de larga espera (según la percepción de nuestro protagonista) sólo había conseguido la mariposa rasgar un poco la parte superior del capullo.
-¡Vaya, será más lento de lo que pensaba!- dijo en voz alta el hombre, para añadir “–no sé si es normal lo que está pasando. Quizá el hilo con el que ha estado construido su, hasta ahora, hogar es más duro de lo que imaginaba. ¡Pobre mariposa que sufrimiento, qué mal lo debe estar pasando!- Y dicho esto siguió esperando. Bueno mejor dicho desesperando, porque cuando trascurrió otra aburrida media hora, el insecto sólo había conseguido sacar un trozo de su cabecita, por un minúsculo agujero que había logrado hacer. Y este avance lo había conseguido con mucho esfuerzo. El improvisado investigador cambió su pose que ya no era de curiosidad, sino que se había convertido en preocupación.
Los comentarios que se iba repitiendo en voz alta el hombre eran del estilo de –“no creo que sea normal tener que sufrir tanto para ser una mariposa. Algo está fallando, este pobre animal está dedicando mucho esfuerzo por poder ser libre. Debe estar atrapada, estancada”.-
Ante esta angustia, que se vio aumentada después de 3o minutos de eterna espera, y que sólo había cambiado que ahora tenía fuera de su “prisión” algún centímetro más, el hombre decidió ayudar al insecto. Cogió una pequeña navaja que llevaba siempre encima y con mucho cuidado y delicadeza cortó un trozo del asfixiante agujero. Automáticamente el animal se precipitó hacia el suelo sin ningún tipo de dificultad y resistencia.
Él “hasta ahora hombre angustiado” miró contento y descansado el efecto de su trabajo de salvador y vio sorprendido que la “bella mariposa” era una mezcla de oruga y mariposa. Las alas que definen y le dan su esencia a este animal las tenía totalmente enganchadas al cuerpecito. Y bajo la mirada de incredulidad del hombre, este ”extraño insecto” se fue arrastrando por el sendero.
-“¿Qué ha pasado? ¿Por qué no sale volando?-“Eran las preguntas que le salían de su boca. Preguntas que escuchó un biólogo que pasaba cerca de ahí. Y que le contestó con rapidez. –“Es muy fácil la respuesta. Para que una oruga se convierta en mariposa. Para conseguir tener esas bellas alas que le hacen volar, necesita pasar por el estrecho agujero que había creado. Y es la fricción y la presión que tiene que sufrir en la salida la que consigue que le llegue la sangre hasta la última parte de su cuerpo. Sin este “sufrimiento” no es posible conseguir la distribución del fluido para que las alas se separen del cuerpo y puedan moverse para el vuelo-“.
Tristemente se alejó del lugar el hombre. Pensando en la repercusión de su sufrimiento y de su “ayuda”.
Quiero explicar una historia que utilizo en algunas ocasiones cuando trabajo con madres cuidadoras, (y digo madres porque es lo que más me he encontrado). Que tienen mucho miedo a que sus hijos sufran, o que sus pequeños se encuentren con decepciones, para evitar esto sobreprotegen a sus retoños.
Aquí va el cuento que les explico en estas situaciones (que no me he inventado yo):
Había una vez (se que es un formato bastante tradicional) un hombre que estaba paseando por el bosque, encontró algo que le llamó la atención y paró su paso. Encontró enganchado cuidadosamente a un árbol un capullo de oruga, pero lo que más le sorprendió fue que la futura mariposa estaba empezando a romper su caparazón. –!qué gran oportunidad. Voy a ver cómo sale una mariposa de su huevo!- pensó. Y se sentó en el suelo, junto a su objeto de estudio. Cuando habían pasado 60 minutos de larga espera (según la percepción de nuestro protagonista) sólo había conseguido la mariposa rasgar un poco la parte superior del capullo.
-¡Vaya, será más lento de lo que pensaba!- dijo en voz alta el hombre, para añadir “–no sé si es normal lo que está pasando. Quizá el hilo con el que ha estado construido su, hasta ahora, hogar es más duro de lo que imaginaba. ¡Pobre mariposa que sufrimiento, qué mal lo debe estar pasando!- Y dicho esto siguió esperando. Bueno mejor dicho desesperando, porque cuando trascurrió otra aburrida media hora, el insecto sólo había conseguido sacar un trozo de su cabecita, por un minúsculo agujero que había logrado hacer. Y este avance lo había conseguido con mucho esfuerzo. El improvisado investigador cambió su pose que ya no era de curiosidad, sino que se había convertido en preocupación.
Los comentarios que se iba repitiendo en voz alta el hombre eran del estilo de –“no creo que sea normal tener que sufrir tanto para ser una mariposa. Algo está fallando, este pobre animal está dedicando mucho esfuerzo por poder ser libre. Debe estar atrapada, estancada”.-
Ante esta angustia, que se vio aumentada después de 3o minutos de eterna espera, y que sólo había cambiado que ahora tenía fuera de su “prisión” algún centímetro más, el hombre decidió ayudar al insecto. Cogió una pequeña navaja que llevaba siempre encima y con mucho cuidado y delicadeza cortó un trozo del asfixiante agujero. Automáticamente el animal se precipitó hacia el suelo sin ningún tipo de dificultad y resistencia.
Él “hasta ahora hombre angustiado” miró contento y descansado el efecto de su trabajo de salvador y vio sorprendido que la “bella mariposa” era una mezcla de oruga y mariposa. Las alas que definen y le dan su esencia a este animal las tenía totalmente enganchadas al cuerpecito. Y bajo la mirada de incredulidad del hombre, este ”extraño insecto” se fue arrastrando por el sendero.
-“¿Qué ha pasado? ¿Por qué no sale volando?-“Eran las preguntas que le salían de su boca. Preguntas que escuchó un biólogo que pasaba cerca de ahí. Y que le contestó con rapidez. –“Es muy fácil la respuesta. Para que una oruga se convierta en mariposa. Para conseguir tener esas bellas alas que le hacen volar, necesita pasar por el estrecho agujero que había creado. Y es la fricción y la presión que tiene que sufrir en la salida la que consigue que le llegue la sangre hasta la última parte de su cuerpo. Sin este “sufrimiento” no es posible conseguir la distribución del fluido para que las alas se separen del cuerpo y puedan moverse para el vuelo-“.
Tristemente se alejó del lugar el hombre. Pensando en la repercusión de su sufrimiento y de su “ayuda”.
Dejo seas tú el que saque las conclusiones .
2 comentaris:
Es brutal el cuento!! Como bien dices, algunas madres (yo me incluyo) pretendemos evitar al maximo el sufrimiento de nuestros hijos. Les ponemos "algodoncitos" a su alrededor para que no se golpeen al caer...y claro..cuando se caen, están tan tiernos por no haber hecho "callo", que se lastiman y se sienten los mas desgraciados.
Aprenderemos la lección, procuraremos dejar que salgan del capullo con su propio esfuerzo.
Gracias y un saludo!
Miriam
hola Miriam
gracias por tus comentarios!
Por evitar un sufrimiento a corto plazo (que a veces es nuestro propio sufrimiento. Si por ejemplo, se consigue que deje de llorar, nos calma a nosotros) conseguimos uno a largo plazo.
un saludo
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