¿Cuántas
veces intentas como adultos convencer, presionar, chantajear , obligar …. A tu hijo e hija a realizar una conducta diferente
a la que están realizando? Posiblemente tu respuesta es que lo hace muchas
veces. Pero las veces que lo consigues no son tantas como los intentos
realizados.
Existen
muchos motivos por los que tu hijo no te hace caso; pero quizá se podrían
resumir en dos; o quizá en ese momento está interesado en otra cosa, o no le seduce lo que le propones. Normalmente
no es para saber tus límites, ni tomarte el pelo como he escuchado en diversas
ocasiones.
Pero
nosotros los adultos consideramos que por ser los mayores nos merecemos que nos
“respeten” haciendo caso a la primera, sin rechistar, y de la forma exacta como
lo pedimos. Pero , haz un momento de
parada y de reflexión; ¿Qué recuerdo tienes de estas experiencias cuando eras
niño o niña? Que si hacías caso, muchas veces era por el miedo a las consecuencias
(o castigos o venganzas de nuestros padres), y no tantas porque estuvieras
motivado a la acción que te proponían.
¿Pero
se tiene en cuenta la opinión del menor? La mayoría de veces no lo hacemos.
Consideramos que no tienen criterio para decidir. Y es cierto que hay aspectos
en los que todavía les falta información, como por ejemplo se podrían comer un
kilo de golosinas sin ningún problema. O diez chocolatinas sin pestañear. O quizá no se bañarían en semanas porque no
perciben que la suciedad les puede molestar a ellos o a los demás.
Aunque
en otros momentos sí que tienen criterio, y si me permites más criterio o argumentos
que el adulto. Seguro que sabe cuando no tiene más hambre (aunque le obligues a
comerse el plato porque crees que así se hará más grande); o si tiene o no frio
( que seguro que como adulto le damos unos argumentos “científicos” que hace
frio en la calle)…
En
mi casa la aventura nos la encontramos cuando le decimos a mi hijo de cinco
años que se ha de duchar (que es cada dos días); las estrategias utilizadas que
funcionan no duran mucho tiempo o no tienen ninguna respuesta por su parte. La mayoría
de veces intenta postergar lo máximo posible esta “mojada experiencia”. Un día reflexionaba
sobre este hecho; y de cómo me entristecía que una experiencia que me encantaba había
pasado a ser un poco agobiante. En ese momento intenté ponerme en su piel y lo
primero que me apareció era algo muy básico “a mi hijo no le gusta bañarse”.
Bueno más concretamente “no le gusta entrar” a bañarse, ya que una vez dentro
se lo pasa bien jugando con el agua.
Seguí dándole vueltas al tema y llegué a la conclusión que no estaba
haciendo bien “la venta del producto”.
Quise
pensar en cómo los comerciante de
anuncios publicitarios consiguen que compremos y adquiramos su productos y
además convencidos de nuestra adquisición.
Os explicaré “mi anuncio de baño”
Cuando
volvió del colegio al medio día se encontró en el buzón un sobre a su nombre
dentro del cual había una invitación. En ella ponía:
Durante todo el día yo hice como que no sabía
nada del tema. Y él realizaba preguntas para saber de qué iba el tema.
Cuando llegó la hora indicada yo le
esperaba en la puerta del lavabo , él me enseño la invitación y eso le permitió
entrar.
Lo que se encontró fue una bañera de agua
color azul (colorante alimentario) con globos (algunos llenos de agua), luces
de colores acuáticas, una iluminación cambiante de colores de ambiente. Y hielo
de colores (con colorante alimentario) con formas diferentes (hecho con moldes para bombones) en una bandeja, pudiendo
elegir meterlos en la bañera y ver cómo se deshacen o comérselos (sé que le
encanta comerse el hielo).
¿Resultado? Se desnudo rápidamente y se
metió en la bañera encantado y muy animado para disfrutar de esta experiencia.
Cuando salió de ella me dijo que le había
gustado esta fiesta y que quería otra.
Tengo que decir que me lo pasé muy bien
pensando en cómo hacerlo y montando la aventura acuática. Me alegra que los dos disfrutamos de la experiencia.
Ya os adelanto cual es la próxima que le
espera; he comprado una lámpara de luz ultravioleta, y con 4 litros de tónica
en el agua se consigue una fiesta fluorescente. Se puede enriquecer con globos llenos de tónica, con
objetos fluorescentes, los hielos de colores… La diversión estará asegurada.
Quizá
una la solución como padre y madre para
pasarnos bien y conseguir que ellos colaboren o realicen algunas conductas sería convertirnos en publicistas.
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