Una mujer después de una sesión de terapia me pregunta si podía coger un caramelo de los que teníamos en la mesa. A lo que, sonriendo, le contesté con otra pregunta; -"¿Sabes para qué son esos caramelos?"
Su silencio y su expresión me hicieron pensar que no tenía nada clara la respuesta. Siguió en silencio unos segundos más antes de contestar - "que no tenía ni idea para qué eran"-.
Mi respuesta fue corta -"¡para comerlos"- Cuando oyó mi comentario sonrió y me confesó que ante la cuestión se había quedado descolocada, y que se había planteado diferentes hipótesis, mucho más complejas y elaboradas.
Esto nos sirvió para hablar un rato más en la terapia sobre cómo a veces teniendo una solución fácil a nuestro alcance, tendemos a complicarnos y a buscar otras un poco más retorcidas.
A la sesión siguiente me explicó que el detalle del caramelo le había hecho pensar y reflexionar. Y dijo que había pensado una frase al respecto "si puede ser fácil, no te compliques"
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